«Jamás pensé que diría esto, pero tengo cáncer. Cáncer de estómago. Todavía me cuesta escribirlo, más leerlo, pero sé que es parte del proceso: la aceptación y la normalización de vivir con una enfermedad grave», este es el mensaje que compartía Olatz hace unos meses en su Instagram y con el que a todos sus seguidores —la conociéramos o no— nos daba un vuelco el corazón.

«No quiero dejar de hacer lo que me gusta, ni ocultar por aquí esta realidad que me ha tocado vivir y de la que estoy segura que aprenderé mucho. Todo va a ir bien. Seguimos», continuaba la publicación debajo de un autorretrato en blanco y negro.
Toda una declaración de intenciones sobre su forma de afrontar la enfermedad y de utilizar una herramienta muy potente que desde siempre ha ayudado a esta artista a volcar sus miedos y tristeza para poder afrontar el día a día: la fotografía.
Olatz defiende que esta está siendo su manera de convivir con el cáncer, pero entiende que es algo muy personal mientras afirma que toda su vida «ha llorado fotografías». No porque sea una persona triste —no lo es ni siquiera en esta momento tan duro—, sino porque esta ha sido siempre su vía para sacar las cosas que tiene dentro y a las que necesita dar salida.

Su cotidianidad pasa ahora mismo por visitas frecuentes al hospital, sesiones de quimioterapia, efectos secundarios, miedos, pérdida del cabello y reservorios, pero también por amor —el de su compañero y el de todos los que la seguimos—, bailes, autodescubrimiento, superación, valentía y la documentación en imágenes de un proceso por el que, por desgracia, a demasiadas personas les toca pasar.
Olatz Vázquez nos pone a través de sus fotografías frente al proceso de una persona (sí, como podríamos ser tú o como podría ser yo) a la que un día le diagnostican un tumor. Lo hace de una manera tan íntima, tan humana, tan delicada y tan real que ayuda.
Si no a perderle miedo a la enfermedad, sí a pensar como ella misma afirma que «se puede ser feliz teniendo cáncer» o que el hospital «no es un lugar horrible, sino un sitio con luz, con personas que sonríen, que te hablan y que te cuentan», sin caer en el exceso de positivismo.



También sintió necesario el normalizar una enfermedad como esta a través de las fotografías, «busqué referentes fotográficos que hubiesen fotografiado la enfermedad, pero no encontré la visión del enfermo; siempre eran a familiares, parejas, desconocidos. Me pareció interesante a nivel artístico reflejar el cáncer desde el punto de vista del paciente», explica.
Olatz empezó en la fotografía de forma autodidacta, centrándose en la mirada por encima de la cámara o el equipo técnico. La suya, su mirada, es de una sensibilidad extrema pero firme, al igual que parece serlo su personalidad, la misma que trabaja junto a su psicóloga para dominar los tres sentimientos negativos que junto al cáncer han hecho su aparición: el miedo, la culpa y la envidia.
Confiesa haber pensado en la muerte «es lógico en una circunstacia como la mía que lo tenga más presente. Pero, ¿quién conoce realmente su esperanza de vida? Yo soy una persona enferma, sí, pero una persona sana puede morir perfectamente por otros factores que no sean de salud: un accidente laboral, de coche, etc. La esperanza de vida es la que tu cuepo y destino marquen», comparte con nosotros.

Por eso, centra sus fuerzas y energía en una única cosa: seguir viviendo y disfrutando de las cosas que le hacen sentir feliz como encontrarse bien, poder ir a tomar un café, ir a la playa al atardecer, disfrutar del tiempo con su pareja, ver a sus padres y a su hermana bien, ver crecer sus plantas, decorar su casa nueva o, por supuesto, la fotografía.
Está muy agradecida a los profesionales sanitarios, aunque no tanto a los protocolos establecidos que retrasaron su diagnóstico. En este momento está bien, estable e intentando llevar una vida lo más normal posible dentro de las posibilidades: «Hace tiempo que decidí que sería yo quién controlara mi vida, no la enfermedad, y creo que poco a poco lo estoy consiguiendo», responde cuando le preguntamos cómo está.
Utilizar la fotografía como terapia no es algo nuevo para ella, «en mi recorrido como fotógrafa me he autorretratado para enfrentarme a mis inseguridades, mis miedos, mi cuerpo y mi vida» y así ha decidido seguir haciéndolo en sus nuevas circunstancias. «Quizás suene raro, pero el cáncer me inspira. Cada día me enfrento a la cámara para reconocerme en las fotografías: para querer a mi cuerpo, el cual ha cambiado mucho; para quererme sin pelo, con mis nuevas cicatrices, y, de alguna manera, para documentar este camino que me ha tocado vivir».

Siente mucho apoyo por parte de las personas que le seguimos y está muy agradecida por ello. «Creo que la mejor ayuda es acompañarme en este proceso. Siento mucho apoyo por parte de las personas que me siguen y estoy muy agradecida. También valoro mucho a aquellas personas que me hacen sentir libre. Mi manera de vivir y de documentar la enfermedad no es la mejor ni la peor, es simplemente mi manera», explica Olatz.
Aunque cueste creerlo ha recibido críticas por reflejar en fotografías la enfermedad como lo está haciendo ella, pero tiene muy claro que esnecesario dejar a las personas que se expresen como quieran y como ellas consideren, «si es en blanco y negro, en blanco y negro, si es en color, en color, sonriendo, llorando, etc. Pero que sean ellas, libres: solo así podrán atravesar esta situación de la mejor manera posible».
Y nosotros no podemos estar más de acuerdo. Gracias, Olatz, por tu sensibilidad, por compartir, por tu capacidad para «normalizar» la enfermedad y por tu don para encontrar la belleza en lo más duro. Te seguimos acompañando y mandando toda la energía del mundo.





